Redacción
Acción Ciudadana Frente la Pobreza presentó su pronunciamiento desde la sociedad civil frente a los nuevos datos de ingresos, carencias y pobreza.
El aumento de la pobreza en México es una mala noticia para el país y sobre todo para 67 millones de personas que carecen de lo más básico para vivir. Lo peor, es que una de cada seis personas pasa hambre, pues 22 millones carecen de ingreso suficiente para la canasta de alimentos. Y peor aún, menos de 30 millones de personas, ni siquiera la cuarta parte de la población supera los umbrales mínimos de bienestar (23%).
El incremento y la magnitud de la pobreza en México tienen una misma raíz: el trabajo. O, mejor dicho, el sistema laboral. Para muchas personas el trabajo se convierte en fábrica de pobreza. Es un escándalo y una contradicción.
Desde hace años, los dos indicadores más altos en la medición de la pobreza, han sido: a) población sin ingreso suficiente para adquirir la canasta básica y b) carencia por falta de seguridad social. Ambos indicadores tienen el mismo origen: el mundo del trabajo.
El trabajo digno, con remuneración suficiente y plenos derechos laborales es un derecho humano. Pero en nuestro país, solo 9 millones de personas tienen condiciones mínimas decentes de trabajo. En contraste, hay casi 25 millones de personas en edad y condición para trabajar, que están excluidas. Y más de 35 millones que tienen trabajo, pero en condiciones precarias, sin ingreso suficiente, sin seguridad social.
Estas condiciones de exclusión y trabajo precario determinan las dos carencias que resaltan en las mediciones de la pobreza. La violación del derecho al trabajo digno es la raíz de la pobreza y contribuye a las otras carencias sociales que violan el derecho a la salud, a la seguridad social, a la vivienda digna y otros derechos sociales.
La fórmula frente a la pobreza tiene dos ingredientes indispensables: Trabajo digno, es decir, con ingreso suficiente y derechos laborales, y sistema de salud y protección social con cobertura universal, no condicionado, desvinculado de las prestaciones laborales.
Desde la sociedad civil, con un ánimo propositivo y constructivo, invitamos a sumar y acordar, para construir en unidad un futuro distinto con ese horizonte. La pobreza es un “problema país” y se debe enfrentar con la colaboración de todas las partes. Todavía estamos a tiempo de cumplir el objetivo número 1 “Fin a la pobreza” de la agenda 2030 de la ONU, si se toman las decisiones necesarias ¡Ya!.
Un paso indispensable es superar la distorsión que confunde el problema, identificando la causa de la pobreza en la falla de los programas sociales. Ningún programa social puede sustituir al trabajo como la puerta de salida sostenible frente a la pobreza.
La visión centrada en “programas de combate a la pobreza” es equívoca y parcial; distorsiona el debate sustantivo, nos hace perder la brújula. Parte de un concepto erróneo, pues si la causa de la pobreza es carencia de ingreso suficiente, entonces la solución es económica, y en concreto ingreso laboral suficiente.
Si además la carencia social principal es por acceso a seguridad social la respuesta no puede ser “programas” dispersos y segmentados, sino un sistema de protección social no condicionado, que inicie por la cobertura universal de salud. Pues la salud es un derecho humano, no puede ser considerado una prestación laboral que depende de si las personas trabajan, si sus contratos son formales, si las afilian al seguro y si conservan su
trabajo.
La fórmula frente a la pobreza es trabajo digno y sistema de protección social universal. Urge construir acuerdos plurales y trazar rutas de solución con enfoque de derechos e inclusión, especialmente en este tiempo de pandemia que hemos descubierto la fragilidad de la vida, los grandes desequilibrios de nuestro modelo económico y las
graves desigualdades que se han agudizado con la Covid-19. Nos unimos a diversas voces que invitan a construir un acuerdo nacional incluyente frente a la pobreza, sin ánimo de buscar culpas, evitando crear nuevas vías de confrontación política.
Exhortamos a quienes tienen responsabilidad en la toma de decisiones, en la economía y en la política, a sumar esfuerzos, a construir unidad en torno a este propósito que va más allá de colores partidistas o intereses de grupo. Es urgente y posible lograr acuerdos sustantivos y efectivos mediante el diálogo constructivo.
Pedimos al gobierno federal, a los gobiernos locales y a los poderes legislativos que convoquen a un diálogo social con este propósito. Por nuestra parte, y en ánimo constructivo proponemos para este diálogo dos objetivos que sabemos pueden ser compartidos por todas las fuerzas políticas y por la mayoría de los actores económicos y
sociales y que pueden ser la fórmula efectiva frente a la pobreza:
1) Reordenar el deteriorado sistema laboral para garantizar derechos laborales a quienes trabajan y para crear más trabajos dignos, y
2) Construir un sistema de protección social universal, que inicie con la cobertura universal de salud, desvinculado de las prestaciones laborales.
Compartimos los datos que sustentan nuestro análisis y nuestra propuesta.
1. Los dos componentes principales de la pobreza en México: ingreso insuficiente y carencia de seguridad social, tienen su raíz en el trabajo.
La medición multidimensional de la pobreza permite desglosar sus componentes y la participación de cada carencia en el resultado.
Hay dos carencias que sobresalen por su magnitud desde que inició la medición multidimensional: a) población con ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos y b) población con carencia por acceso a la seguridad social. Ambas tienen su raíz en el trabajo.
Son casi 67 millones de personas con ingreso inferior a la línea de pobreza por ingresos y 66 millones de personas con carencia por acceso a la seguridad social, poco más de la mitad de la población (53% y 52% respectivamente).
Estas dos carencias han permanecido así desde que se inició la medición multidimensional de la pobreza en 2008 (figura 2).2 Estas dos carencias sociales se crean por las condiciones laborales precarias, por el deterioro de los salarios y por el incumplimiento con la afiliación obligatoria a la seguridad social.
Las dos carencias determinantes de la pobreza en México son producto, en gran parte, del sistema laboral.